martes, 5 de mayo de 2015

Segundo mes en Bogotá

Marzo, frío, accidentes, mexicanos, nuevos amigos y mucha tuna. Éste es el segundo mes viviendo en Bogotá mediante el programa de movilidad estudiantil de UDUAL.

Un día antes de terminar el mes de febrero me mudé (o trasteé, en terminología colombiana) a un piso compartido cercano a la sede principal de la Universidad Santo Tomás (mi actual universidad) en el barrio de Chapinero. Se trataba de un apartamento en el piso tres de un edificio apodado 'La Torre Blanca' por sus propietarios, Don Manolo y su esposa, quienes arrendaban las residencias compartidas a extranjeros, éste edificio era muy particular con un toque vintage más por dentro que por fuera; muy cómodo.

Al apartamento donde llegué, después de visitas previas, ya convivían cuatro estudiantes mexicanos provenientes de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México): Sofía, Jovanna, Donají y Carlos. Con éste último es con quien comparto habitación y una amistad más cercana que con las damas, un tipo con quien he compartido conversaciones agradables y un ligero vínculo de hermandad por lo que líneas más adelante relataré.

Hasta éste momento ya empezaba una tendencia con pendiente positiva respecto a mi 'apego' (amañarme, en terminología colombiana) por lo que vale Colombia; sus costumbres, música, comida y acento me golpeaban tan fuerte que me hacían pensar que entre éste país y el mío la brecha de diferencias era más grande mientras más días pasaban. En efecto, yo creía creer que por ser países andinos y contiguos no había más minúsculas diferencias, después de todo teníamos un pasado similar, por no decir igual. Mismos colonizadores, forma de virreinato, idioma heredado, mismo libertador y hasta la extensión del Tahuantinsuyo abarcaba regiones colombianas como lo que hoy en día es San Juan de Pasto. De esto último es que a los peruanos nos confunden, la mayoría de veces, con pastusos aduciendo la similitud del acento; en mi caso en cada oportunidad de charlar con nuevos amigos me confundían con ser pastuso, mexicano y hasta ecuatoriano. La respuesta era siempre la misma: 'No señor, soy peruano', me hacía muy feliz decirlo cada vez por que de allí venían preguntas típicas sobre Machu Picchu, las llamas, el Lago Titicaca, la comida y desgraciadamente también de la 'Señorita Laura', las primeras preguntas eran de extremo orgullo y las últimas de una inacabable vergüenza por que de allí es que muchas personas creen que en Perú vivimos en la miseria y que la pobreza es tan grande que tenemos que asistir a programas de televisión basura para ser humillados con el fín de que se nos regale un 'carrito sanguchero'.

¡No más Laura! 


Afortunadamente la mayoría de éstos nuevos amigos saben que 'Señorita Laura' es vergüenza nacional y que solo alimenta de basura al conocimiento de los estratos más bajos de América Latina, personas que 'gustan' de este tipo de programas televisivos y muy a mi pesar son quienes normalmente protestan por todo (no todos, pero sí un cincuenta más uno por ciento) y están a favor de un gobierno enteramente paternalista, quienes hacen paro y huelgas muy violentas pero sin embargo no saben cómo responder a '¿Y usted por qué protesta?', terminando en decir 'por un país mejor' y nada más. Gente manejada a antojo por líderes sindicales, de barrio de organizaciones ambientales, que en general terminan en beneficio particular. Estoy convencido una ves mas que la televisión es más perjudicial que beneficiosa y que mantiene la mano de obra barata de un país. He allí la realidad de mi amada América Latina.


San Andrés, San Andrés, San Andrés

Con anticipación había programado un viaje para la isla de San Andrés con Tomás, Valentín (belga y francés, amigos también de intercambio) y Narda (roomie de Tomás) quienes luego me presentaron a Lissete, Óscar y Daniel (hermano de éste último) para el viaje que hicimos el jueves 5 de marzo por la mañana.

El Acuario de San Andreés. Al fondo: Kame-house.

Llegamos a un apart-hotel al extremo nor-occidente de la isla, cerca a la bahía. Los días pasaron tan rápidos y muy lentos al mismo tiempo, el ligero olor a humedad y corales de la isla era tan relajante como el calor caribeño que se sentía de noche y de día. Era extraño tratar de entender que todavía nos encontrábamos dentro del territorio colombiano; el segundo idioma más hablado en la isla era una mezcla rara de inglés y francés, la mayor parte de la población era de raza negra, la principal iglesia era una bautista presbiteriana y estábamos a más de 700 kilómetros de la costa colombiana, es mucho más cerca Nicaragua o Costa rica; era evidente que la dependencia del turismo era muy importante, de hecho se tiene que hacer un pago extra de 50,000COP (equivalente a 23USD aproximadamente según tipo de cambio) sólo para ingresar a la isla en calidad de turista.

Apart-hotel en San Andrés.

Fueron cuatro días de vivir en un paraíso terrenal, compartiendo y disfrutando experiencias, sentí mucha emoción cuando encontré un restaurante gourmet peruano. Todo fué divertido hasta el domingo de regreso a Bogotá; unas horas antes de embarcarnos al aeropuerto de regreso, aquel mediodía del 8 de marzo decidimos hacer una vez más un recorrido alrededor de la isla con un carrito de golf (que más bien parecía una cuatrimoto enorme con una potencia incontrolable) y dos motocicletas lineales que decidieron arrendar Valentín y Tomás. En el vehículo motorizado íbamos Óscar, Daniel, Narda, Lissete y yo que decidí viajar en la parrilla trasera sentado y mirando a Tomás acelerar detrás de nosotros. Mientras salíamos del Hoyo Soplador (una de las principales atracciones turísticas en tierra) al otro extremo de la isla, el carrito escapó al control de las manos del conductor y después de mucha velocidad trabajada, el carro volcó por el lado izquierdo y aquí me convertí en el 'peruano volador' (jajaja), a pesar de viajar en el puesto más peligroso del carrito, salí con lesiones medianas y leves por todo el cuerpo al caer y rodar por el pavimento; mis amigos dentro del carro no tuvieron la misma suerte. Como resultado nos evacuaron al Hospital Departamental de San Andrés, sin embargo después de muchas evaluaciones y advertencias yo decidí abordar el vuelo de retorno a Bogotá con Tomás y Valentín que por obvias razones no 'sintieron' el accidente.

Estuve incapacitado por nueve días y luego volví con mucho esfuerzo a las clases de la universidad, quienes me ayudaron en todo momento desde su Oficina de Internacionalización gestionando mi seguro médico.


Feria de Movilidad Internacional por la USTA

Durante el 25 y 26 del mes la ORII (Oficina de Relaciones Institucionales e Interinstitucionales) de mi universidad organizó un evento de intercambio cultural para poder animar a los estudiantes colombianos postular a un programa de movilidad. Con anticipación teníamos la oportunidad de montar un módulo por país, para esto nos agruparon por nacionalidad y así mostrar sitios turísticos y culturales de nuestros países de origen, en ellos estuvieron: Perú, México, Brasil, Marruecos, Francia, Bélgica, Polonia, Argentina, Bolivia, Alemania, España e Italia.


Por más incomodidad que me cause, tengo que decirlo, nuestra –los peruanos– organización fue realmente pésima. Al pasar por la feria era evidente la poca organización que hubo con Perú, todos tenían bellos módulos muy bien trabajados, sin embargo el nuestro parecía improvisado (realmente fue así) y aún más hablando del tiempo y puntualidad, tuvieron que llamarnos al celular para presionarnos sobre asistir a nuestro módulo. Aquí es cuando hago una pausa para reflexionar sobre lo la tremenda problemática que existe en mi país respecto al compromiso y responsabilidad, dentro de este marco se encuentra la puntualidad, orden y otros factores claves para un país desarrollado o en proceso de desarrollo. Es necesario entender que éste no es un problema actual, sino, más bien, se acarrea desde antaño; un ejemplo claro son los gobiernos de tránsito durante la época del guano (fundamental combustible durante el siglo XIX) y la pérdida de éste en territorios que ahora pertenecen a Chile al terminar la Guerra del Pacífico. El guano fue crucial para modelar la economía del país a uno mucho más desarrollado que el de ahora, sin embargo la extrema corrupción, golpes de estado, gobiernos militaristas y la falta de compromiso con el país para un futuro sostenible fueron catastróficos para lo que hoy en día es el Perú. 

Según la historia enseñada en etapa escolar a todos los peruanos, durante el Incario, el compromiso y lealtad eran leyes muy claras que formaban parte de la cultura andina, de allí semejantes construcciones o sistemas de conquista rápida, así como el cultivo y uso de recursos naturales; estas leyes incluso trascendían la parte moral de los ciudadanos incaicos, formulando así las tres normas de convivencia, en quechua: “Ama Sua” (No seas ladrón), “Ama Llulla” (No seas mentiroso) y “Ama Quella” (No seas ocioso). De tal importancia fueron dichas normas que hoy el Ministerio Público del Perú (encargado del aparato judicial y fiscal del estado) lo lleva en el logotipo, como imagen esencial. De esto podría concluir acaso “¿el hispanismo fué parte de la enfermedad social respecto al compromiso que hoy padece el país?”. De cualquier manera, siempre estoy seguro de mi composición social respecto a la conquista, cincuenta y uno por ciento indigenista, cuarenta y nueve por ciento hispanista; siempre asevero que la hispanización del Perú trajo consigo cosas buenas tanto como malas, pero cada vez que reviso la historia peruana antes de la llegada de Pizarro (Líder de la Empresa Conquistadora Española) me encuentro con una nostalgia de ventajas.

Logo del Ministerio Público del Perú.



Ya por los últimos días del mes, empecé a compartir más con las tunas a las que me congregaba en sus respectivas universidades, que por cierto fue una de las primeras acciones que hice al llegar a Bogotá: buscar la tradición del negro menester. Entonces me siento pardillo de las tunas de la Universidad Católica de Colombia, la Universidad Nacional de Colombia, Universidad EAN (Escuela de Administración de Negocios) y la Universidad Unilatina, quienes con tremenda amabilidad me acogieron como uno más de los suyos; hoy estoy convencido que gracias a ésta tradición he podido conocer muchas cosas y pasado experiencias, cada una de ellas mejores que las otras; aún me falta asistir con la tuna de la Pontificia Universidad Javeriana que con mucha amabilidad me invitaron y otras universidades a quienes les estoy atento la respuesta de un mensaje enviado desde que llegué.

Éste es el segundo mes en la Tierra del Café y viene el tercero, abril.

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