Mientras crecía la ciencia estadística aportaba ese juego de azar con las probabilidades. Para predecir el resultado de un fenómeno que actualmente esta ocurriendo tomaba las variables que en ésta influían y a través de ella discutía conmigo mismo para decir:"Muy bien Omar, existe un 54% de que el resultado sea A, un 20% de que sea B y un 26% de que sea C". Como siempre la riqueza del factor tiempo era lo más importante para ir modificando cada resultado. Que las cosas terminen siendo A, la mayoría de veces crecía por la semejante ventaja que traía frente a B y C. Todo fuera del margen moral.
En estos últimos años, mi razón quería presionar para que B pudieran ser subordinados a mis decisiones, muchas veces su probabilidad podía crecer hasta un 29%, pero no más, no más, ¡no más!. Las millones de variables que existen en la naturaleza son inciertas, sobre todo la naturaleza del hombre, es la peor incertidumbre que uno puede experimentar, mucho más aún cuando no hay datos que analizar y no se puede colaborar a seguir prediciendo el resultado. Ésto me ha estado torturando durante años.
Hoy dependo no solo del factor tiempo, sino del factor humano. Una vez más, estoy donde empecé, en la nada. Llevo dos mil cuatrocientos noventa minutos fuera del cobijo de mis objetivos; perdido en la niebla de la desesperación, ahogándome en el mar de la incertidumbre, cayendo al agujero de la depresión emocional y racional. Son dos mil cuatrocientos noventa minutos lejos de la trascendencia del existir humano, de la explicación del objetivo culmen de todo ser animal racional. Más allá de esta ventana esta todo en cuanto están sucediendo miles de fenómenos al mismo tiempo y en miles de lugares, algunos marcarán el destino del hombre, otras la perderán; en ese mundo cableado y enredado de metas, cada uno defiende sus intereses, grupos y personas individuales. Allí y ahora esta naciendo un ser humano nuevo, que aprenderá todo de absolutamente cero, esta naciendo otro que va mejorar nuestro mundo o simplemente mi asesino. Allá afuera están naciendo y muriendo, mueren los ancianos, los enfermos, los asesinados, los suicidas; han muerto personas en un aeropuerto de Bruselas, donde hace unas horas se encontraba un bebé que ahora ha nacido.
Allá, en ese mundo frío y violento, alegre y desdichoso, cada vez más negro, cada vez más blanco. En ese lugar se han perdido mis objetivos, mis dos únicos objetivos, los dos únicas cosas que probablemente le dan el respiro de la vida a mi cuerpo. Allá afuera, después de dos mil cuatrocientos noventa minutos, están Nicolás y Pablo. Lejos, muy lejos; no podría describir más cruento castigo a mis decisiones, por primera vez decido renunciar al azar, pero ¿qué me queda? ¿cómo puedo saber si hay un mañana sin ellos?.
Me han clavado dos mil cuatrocientos noventa puñaladas por el corazón y los pulmones, que no me dejan respirar, no me dejan continuar.
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