Partiendo del consumo de recursos físicos y metafísicos, inteligibles o no; los hombres (entendido como la generalidad humana) hemos llegado al límite de consumir más de lo necesario. El consumo de recursos alimenticios y energéticos se ha extendido hasta el extremo psicofisiológico emocional, hasta límites insuperables, absurdos y aberrantes que nos han obligado a saltar a un vacío existencial inexistente. Me explico; los grandes problemas sociales, por ejemplo, han sido movidos por un sentimiento libertario y revolucionario que hayan sido justos o injustos pero con una profunda emoción pasional, luego se dividen los intereses y muchas (la mayoría) veces las negociaciones ya no defienden intereses, sino posiciones. Entonces cada uno de los bandos, en definitiva, estará decidida a ganar una cuasi-guerra, no por lo que defienden, sino por un factor emocional motivante, para entonces ya se ha dejado de lado todo lo que el hombre ha construído durante miles de años, su moral, educación, religiosidad, doctrinas, infraestructura gubernamental, leyes, ciudades, países, sociedades, ambiente, indigenismo, repúblicas, tiranías, el cielo, el mar, las estrellas, el universo. Ya no existe nada más que sólo ganar. Ésto, por desgracia, lo experimentamos desde la pubertad, sí, desde que somos conscientes de una voluntad propia y queremos administrarla a nuestro antojo, por ese mismo sentimiento libertario, es una realidad que se repite, con más frecuencia, generación tras generación en sociedades donde la educación está restringida a simples repeticiones y no-equivocaciones, tradicionalistas y conservadores, algo así como un Perú actual y una América Latina permanente. A ésto hemos llegado, a ser dominados no por dictadores, sino por nosotros mismos, nuestra humanidad, nuestra pobre, subdesarrollada y, sobre todo, demasiada humanidad.
A manera de esquema y sombras, ese diablillo demoníaco que una vez mencionó Descartes, es en realidad la humanidad que juega sobre nuestra cabeza, produciendo terremotos y hecatombes emocionales, dándonos órdenes como el campesino a duro látigo mantiene a la mula, con maligna sonrisa goza cada arranque emocional y husmea cualquier rastro de ilustración para inyectarle la viral enfermedad del 'homo sapiens', cada vez más forzante, más enfermizo. Y bajo ella sentimos placer. ¡Si!, un exceso de placer por un exceso de felicidad, tristeza, ira, pasividad, rencorosa compasividad. Nos hace figurativamente 'felices'. ¿Por qué dependemos de ella? ¿por qué no podríamos sobrevivir sin ella? Por que en ella, en nuestra humanidad, se encuentra la maravilla de la razón y racionalidad, somos seres pensantes dominados y dependientes de nosotros mismos.
Ésta característica, junto con la moral, acompañan al hombre a caminar hacia un vacío existencial, completamente a la nada. Pensé que podría hacerme dueño de mi mismo, enseñorearme con la educación racional y humanista, pero ¿es acaso grande el precio que debería pagar para expulsar al diablillo?. ¿Cuándo podremos vencerla?.
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